El fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro en Venezuela es un terrible mal ejemplo para toda América Latina. Un régimen amparado en el poder militar -como las dictaduras militares que gobernaron América Latina en el siglo pasado- quiere robarse las elecciones, burlarse de la voluntad popular y aplastar con sangre y fuego las protestas.

Los venezolanos han lucha por restablecer su democracia y salir de un régimen oprobioso que convirtió a una nación rica en petróleo en un país miserable donde 7.7 millones sus ciudadanos huyeron en un éxodo sin precedentes para un país latinoamericano.

Los venezolanos lo han perdido todo, su país, su democracia, sus libertades, sus casas, su tierra, su presente y su futuro con Hugo Chávez primero y con Nicolás Maduro después. El país se hundió en todos los aspectos. En medio de eso Chávez y Maduro crearon un estado cleptocrático, donde la corrupción se disparó y el país se volvió un refugio de narcotraficantes, narcoguerrilleros y terroristas de Medio Oriente. Además, financiaron aventuras políticas por toda América Latina y a las dictaduras de Cuba y Nicaragua.

Por eso es vital que la comunidad internacional respalde los reclamos justos de la oposición venezolana y encuentre una solución negociada para que se respeten los resultados electorales del 28 de julio. Es es fundamental para que no solo los venezolanos, sino todos los latinoamericanos, sigamos creyendo en la democracia.

Si Maduro se sale con la suya, veremos repetir este pésimo ejemplo en países como Honduras, donde la familia Zelaya-Castro pretende imponer una réplica de los Ortega-Murillo en Nicaragua, ya sea por las buenas o por las malas, y probablemente con un fraude electoral.

Es urgente que se encuentre una solución y los venezolanos puedan recuperar su país y dejar de ser migrantes por todo el mundo. Merecen un país que recuperar sus bríos y que les dé paz y prosperidad.