La actualización de las proyecciones de población del Banco Central de Reserva (BCR)  marca un punto de inflexión en la historia nacional: El Salvador alcanzará su pico poblacional en 2039, con poco más de 6.2 millones de habitantes, y a partir de entonces comenzará un descenso progresivo. Este cambio, que podría parecer leve en cifras, encierra profundas implicaciones sociales, económicas y políticas que el país no puede darse el lujo de ignorar.

El dato más relevante no es solo que la población disminuirá, sino cómo cambiará su composición. En 2050, el número de adultos mayores de 60 años habrá crecido un 75 %, mientras que los menores de 35 años se reducirán en más del 30 %. En otras palabras, El Salvador está envejeciendo rápidamente, y ese proceso traerá consigo enormes desafíos: un sistema de pensiones ya presionado, mayor demanda de servicios de salud especializados y una reducción de la fuerza laboral joven que sostiene la productividad nacional.

Si no se toman medidas desde ahora, el país podría entrar en una trampa demográfica, donde una población envejecida dependa de un grupo cada vez menor de trabajadores activos. Los números del BCR dejan claro que, para 2050, habrá casi 1.6 millones de adultos mayores, pero apenas 234,000 niños menores de cuatro años. Es una señal inequívoca de que la base demográfica se estrecha peligrosamente.

El Salvador debe replantearse su modelo de desarrollo. Un país con menos jóvenes y más adultos mayores necesita una economía basada en la innovación, la automatización y la productividad, no en mano de obra barata ni en remesas. Al mismo tiempo, debe crear políticas públicas para aprovechar el bono demográfico restante antes de que se agote en la próxima década.

También es urgente una reforma integral del sistema previsional y sanitario, adaptada al envejecimiento. Los adultos mayores no deben ser vistos como una carga, sino como una generación que merece vivir con dignidad después de haber sostenido al país. La educación, por su parte, deberá enfocarse en preparar a los jóvenes para un mercado laboral más tecnológico y competitivo.

El Salvador todavía tiene tiempo para planificar el futuro, pero la ventana de oportunidad se cierra rápidamente. Las cifras del BCR no son solo una proyección estadística: son un llamado de alerta para construir desde hoy el país que necesitará una población menor, pero más longeva, más educada y mejor preparada.