Esta semana ha sido intensa por todo el mundo. Los temores de una guerra mundial se agitan con Israel haciendo un ataque en Catar, con Rusia lanzando drones sobre territorio polaco y provocando una reacción unánime de la Unión Europea dispuesta a defenderse de las amenazas de Vladimir Putin y con Filipinas advirtiendo sobre el acoso creciente de China sobre sus buques, además de la amenaza permanente sobre Taiwán.
El mundo es un lugar cada vez más peligroso. La violencia política se agita horriblemente con una retórica agresiva creciente y con una intolerancia cada vez peor.
El martes, la prohibición de redes sociales por el gobierno de Nepal -en Asia- provocó una ola de protestas en la capital Katmandú, causando la renuncia del primer ministro y desatando una espiral de violencia que hizo desaparecer al gobierno y hasta dejó a la esposa de un exprimer ministro quemada viva.
Y este miércoles, el activista conservador estadounidense, Charlie Kirk, fue asesinado frente a centenares de personas que asistían a una de sus conferencias al aire libre en una universidad del usualmente pacífico estado de Utah.
Hace solo unos meses, mientras estaba en un acto de campaña, el presidente Donald Trump sufrió un atentado que pudo ser mortal. Pareciera que Estados Unidos está volviendo a los fatídicos años 60 cuando los hermanos Kennedy y Martin Luther King fueron algunos de los personajes asesinados, mientras otros tantos sufrieron atentados.
¿Hacia dónde vamos? Difícil saberlo. Centroamérica y América Latina en general, no se salvan de la violencia política y la retórica incendiaria. Desde gobernantes malvados como Maduro y Ortega, hasta irresponsables como Petro o Mel Zelaya, la región está plagada de personajes peligrosos para la paz y la estabilidad regional.
Los gobernantes tienen que actuar con serenidad y responsabilidad, los líderes políticos igual. Si hacen prevalecer sus intereses sobre los de sus pueblos, ocurren hechos como los que estamos viendo por todo este mundo cada vez más peligroso.