La economía rusa enfrenta señales claras de recesión tras más de tres años de conflicto armado y sanciones internacionales, con una caída del consumo, aumento de quiebras, impagos de créditos y advertencias de una posible crisis bancaria.
"El número de empresas en riesgo está aumentando y la percepción actual sugiere que ya estamos al borde de una recesión", reconoció el ministro de Economía ruso, Maxim Reshétnikov, durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo.
El escenario es tan crítico que la presidenta del Banco Central ruso, Elvira Nabiúlina, pidió un cambio de modelo económico al advertir que los recursos del esquema actual se están agotando. Mientras tanto, mantiene una política de tipos de interés elevados (20 %) para contener la inflación, lo que ha fortalecido al rublo pero ha golpeado a los exportadores.
Sin embargo, no hay consenso en Moscú. Reshétnikov y Herman Gref, director de Sberbank, el mayor banco estatal, presionan para bajar las tasas y debilitar el rublo, con el objetivo de favorecer las exportaciones. El Ministerio de Finanzas, en cambio, defiende la línea actual.
El presidente ruso, Vladímir Putin, admitió que la militarización de la economía por la guerra en Ucrania agravó la crisis y generó inflación, por lo que anunció una reducción del gasto militar, que actualmente equivale al 6.5 % del Producto Interno Bruto (PIB).
Herman Gref advirtió esta semana que 2026 "no será un año fácil" para bancos y empresas. Aunque Nabiúlina considera "infundados" esos temores, analistas rusos apuntan a un posible colapso financiero, impulsado por el rublo fuerte y los altos intereses que encarecen el crédito.
El encarecimiento de los préstamos ya provocó la quiebra de constructoras y empresas poco rentables, mientras que sectores clave como la energía, la madera, la metalurgia y el carbón enfrentan deudas crecientes. "Para sostenerlos se conceden créditos a regiones en crisis como Kémerovo, lo que puede llevar a una hiperinflación como la de Venezuela", advirtió Ígor Lipsits, doctor en Economía.
Lipsits subraya que el Estado, al volcar subvenciones a la industria militar, ha abandonado sectores civiles. Los expertos consideran que la industria bélica ya agotó su potencial como motor de crecimiento tras sostenerse como pilar económico durante los primeros años de guerra.
A pesar de una inflación oficial cercana al 10 %, los precios de productos básicos se dispararon. La patata y la cebolla subieron hasta 85 % interanual, mientras que frutas y bayas aumentaron 26 %. Además, el consumo de automóviles nuevos cayó 30 % en junio frente al mismo mes de 2024.
El alza golpea también los gastos comunales, con facturas de luz y agua que subieron en promedio 12 % y alcanzan picos de hasta 40 % en ciudades como Omsk, según datos del economista Lipsits.