El estudio compara el salario mínimo en los últimos 25 años con la canasta ampliada -dos canastas básicas alimentarias (CBA)-, un indicador sobre el costo de los alimentos y la cobertura de necesidades básicas de los hogares. Sin embargo, esta medición es controversial porque considera que los hogares rurales cosechan su propia comida, pero la UCA plantea que la producción es menor que hace 40 años.
El documento recuerda que las familias no disponen del monto neto del salario por los descuentos para la seguridad social en salud y pensiones. Ejemplifica que una persona que trabaja para el sector de comercio recibe $327.59 de los $365 establecidos para el salario mínimo.
De esos, se destina dinero para comprar la canasta básica, que supera los $240 en la zona urbana desde finales de 2022, así como asigna recursos para educación, salud, vivienda, vestuario y transporte.
La investigación ilustra que el salario mínimo real ha aumentado 39 % desde 2000, pero ese “crecimiento no soluciona la precariedad de las condiciones de vida de los hogares y las personas que dependen de una tarifa mínima”, calculada a partir del sistema de pensiones en más de 350,000 hogares.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas y Censos (Onec), la canasta urbana pasó de $128.4 en enero de 2001 a $245.74 en octubre de 2024, un aumento de $117.3 (91 %) en dos décadas.
El reporte pone de ejemplo que en abril de 2024 la canasta básica para un hogar de cuatro miembros era de $273.68 y la ampliada de $547.36. Con el salario mínimo vigente desde 2021, solo cubre 1.33 de la CBA, por lo que este hogar queda en la línea de la pobreza.
“Queda evidenciado el hecho de que, en los últimos 25 años, ninguna tarifa de salario mínimo ha sido suficiente para permitir a un hogar de cuatro personas, que dependen de un salario mínimo, salir de la pobreza relativa; y, en el caso de las tarifas aplicables a actividades agrícolas, hasta hace poco se situaban incluso por debajo de la línea de pobreza extrema”, puntualiza el informe.
Historia
El salario mínimo fue reconocido como derecho hasta 1950, pero la cuota para las actividades agrícolas se implementó a partir de 1965. El estudio reseña que la medida fue polémica, especialmente porque en 1961 se aprobó la obligación de alimentar a los trabajadores y pagar un jornal diario a los trabajadores agrícolas, a pesar de que un 61 % de la población salvadoreña vivía en la zona rural.De 1965 a 1993, el salario mínimo para labores agrícolas se fijó para hombres y mujeres, pero luego se eliminó la diferencia por sexo y se introdujeron cambios por sectores productivos.
El Código de Trabajo establece que el salario mínimo debe ser suficiente para cubrir las necesidades de una persona, para el cual se deberá considerar el costo de la vida en cuanto a gasto de alimentación, vestuario, vivienda, educación y protección de salud.
Aunque el tema debería ser mediado en el Consejo Nacional del Salario Mínimo (CNSM), esta instancia tiene un marco institucional débil porque funciona bajo un reglamento de 1995 que no fue publicado en el Diario Oficial. Además, la elección de los integrantes es “opaca”.
Experiencia de mujeres en textil
El estudio incluyó entrevistas a trabajadores de la maquila textil para ilustrar las aristas del salario mínimo que queda en la “oscuridad”.Según las entrevistas, las familias no necesariamente colocan el gasto de la alimentación como prioridad pues el mayor esfuerzo económico es el pago de vivienda, que representa un 44 %, seguido de la canasta alimentaria con 33 %.
“También se destaca que ellas ubican al régimen de excepción y la mayor seguridad en sus colonias como un elemento que ha incrementado el costo de las viviendas en los barrios populosos en los que habitan; así como también señalan que la compra de viviendas por parte de residentes de salvadoreños en Estados Unidos presiona al alza del precio de las viviendas”, reseña el documento.
Un 11 % del salario de las mujeres en maquila se destina a educación y otros servicios (transporte o vivienda), respectivamente.
Asimismo, la investigación señala que, después del gasto en vivienda y alimentos, el gasto más demandante es el pago de préstamo, sobre todo créditos personales que las mujeres entrevistadas plantearon como una necesidad porque no alcanzan a solventar todos los datos que tienen con el salario.