Si bien hay numerosos productores que exportan loroco congelado, hay pocos que envían el producto sin ningún tratamiento.
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“Por mucho, soy el mayor exportador de loroco fresco”, asegura Jorge Monterrosa, un exitoso empresario que comenzó hace una década con la empresa familiar que lleva el nombre científico de la planta.
Oriundo de La Paz, Monterrosa estudió en San Salvador y dedicó sus primeros años de vida laboral al Jardín Botánico, en Antiguo Cuscatlán. En 2012, regresó junto a su familia con el plan de establecer “algo propio”.
La idea de exportar loroco surgió a partir de que su padre tenía cultivos de esta flor y vendía a intermediarios para que se exportara.
“Me nació el interés y comencé en 2012 a hacer pruebas. Me salieron mal, tuve que pagar un buen derecho de piso”, recuerda. En ese momento, envió tres embarques a los que les descubrieron plagas en la inspección en el aeropuerto y también el producto se dañó durante el trayecto. Con facilidad, esta experiencia costó $15,000 en tres semanas.
Después de pagar las pérdidas y haber mejorado el proceso de selección, en 2015 volvió a exportar en pequeños volúmenes y en 2016 estableció una relación comercial con un cliente en Los Ángeles.
En estos siete años, “solo he parado las primeras dos semanas de la pandemia”, asegura.
Fernaldia Exportaciones despacha contenedores de sábado a miércoles. “Pero me toca bailar la canción que el cliente me pida”, señala Monterrosa. Cada semana, envía de entre 5,000 a 6,000 libras de loroco a Los Ángeles, Houston y Washington.
De la planta al supermercado.
Un 75 % del loroco que se envía al mercado estadounidense se compra a productores locales, además de la familia de Monterrosa que se dedica al cultivo. Cada mañana, recibe los sacos con la flor que ese mismo día se despacha para ser enviada vía aérea.Cada loroco pasa por un proceso de lavado donde se eliminan la suciedad y las esporas de alguna enfermedad que pueda dañar al producto. Después, se seca en un sistema que Monterrosa define como “secreto de Estado”, y pasa a menos de un grupo de trabajadores que tiene la misión de seleccionar los frutos que estén dañados o próximos a descomponerse.
Finalmente, en un cuarto con temperatura controlada se hace el último proceso de selección antes de empaquetar. Monterrosa asegura que el comprador de Washington prefiere el loroco en cajas, tipo granel, mientras que para Houston se envía en mallas.
Fernaldia Exportaciones debe garantizar la inocuidad y la calidad de cada loroco para que logre ingresar al mercado estadounidense. Una etapa donde se apoya de la asesoría técnica del programa de Proinnova, ejecutado por la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) con el financiamiento del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA).
Miguel Herrera, representante del USDA en El Salvador, detalló que el Departamento de Agricultura ha destinado más de $3 millones en tres fases de acompañamiento a Proinnova. Solo en la última edición, se espera acompañar a 1,900 productores, quienes reciben acompañamiento para mejorar la innovación y la competitividad.
Gracias a la aplicación de las buenas prácticas de inocuidad, Fernaldia Exportaciones tiene un margen inferior al 1 % de probabilidad para que detengan un embarque por plaga.
Monterrosa calcula que cada año recibe más de 287,000 libras de loroco, de las cuales unas 52,000 no cumplen las condiciones de exportación y las vende a compradores locales o las regala. Su esperanza está puesta en su hija, Paula Monterrosa, quien estudia ingeniería en alimentos para crear a partir de estos remanentes productos terminados.
Expansión.
Monterrosa asegura que tiene garantizada la cadena de suministro de loroco y, si un productor no puede entregar un día, tiene en fila de espera a quienes puede llamar para cubrir esa cuota.Sin embargo, el salvadoreño no se duerme en los laureles y hace un año adquirió un terreno de 25 manzanas en Tecoluca, San Vicente, para cultivar loroco. Con esto, espera cubrir un 75 % del producto que necesita para la exportación y cosechar hasta 3,000 libras.
Mientras en la planta de procesamiento se trabaja en la preparación del loroco, en el terreno, ubicado a media hora de distancia, se encuentra otro grupo de trabajadores preparando un vivero para reproducir la planta y tendiendo redes para cultivar los brotes listos.
El empresario reconoce que primero se debe reponer los nutrientes en el suelo porque fue utilizado para agricultura intensiva. En paralelo, comenzó un proyecto de ganadería y cultivo de papaya.