—¿Por qué trabaja en un manglar?

—Porque es fuente de vida.

Con esa firmeza responde Zenaida Sorto, una de las mujeres líderes en la restauración del bosque de mangle en la Barra de Santiago, en Ahuachapán. A Sorto no le importan ni el calor ni el lodo: tiene claro que sin reforestación de los humedales, no hay vida posible.

“Nos ha abundado bastante donde hemos reforestado”, afirma con una sonrisa mientras observa a un grupo de visitantes recorrer uno de los terrenos rescatados con apoyo de una póliza ambiental de Davivienda. Se trata de un modelo de restauración que ha sido tan exitoso que ya se replica en Honduras y Costa Rica.

Zenaida Sorto es parte de AMBAS, el socio local de Davivienda. La mujer, originaria de La Unión, ha trabajado por casi una década en el rescate del manglar en Ahuachapán. /Alexander Montes

Resurgir de un bosque

El proyecto comenzó en 2018, cuando Davivienda —a través de su filial Davivienda Seguros— lanzó un programa de restauración del manglar en alianza con la Asociación de Desarrollo Comunal de Mujeres de la Barra de Santiago (AMBAS). Desde entonces, Sorto ha acompañado el proceso, primero como tesorera de AMBAS y luego con manos en la siembra, la preparación de semillas y el trabajo de campo.

En la Barra de Santiago hay manglares blanco, rojo y negro. Algunos crecen hasta el 15 metros. /Alexander Montes

El modelo funciona de forma sencilla pero efectiva: Davivienda destina recursos del seguro de vida para financiar el rescate del ecosistema, mientras que AMBAS contrata a personas de la comunidad para cultivar, sembrar y cuidar las plántulas. Así, además de regenerar el bosque, se generan empleos locales para familias que dependen de la pesca artesanal.

La transformación es visible. Donde antes había suelo árido, hoy crecen árboles de más de 15 metros de altura.

Un manglar es “fuente de vida tanto para el humano como para las aves silvestre, que algunas están en riesgo de extinción”, dice Sorto.

También es hogar de especies en riesgo de extinción, como el cangrejo azul, un símbolo de la lucha ambiental en las costas salvadoreñas. “Poco a poco se ha ido gestionando, esta especie se ha ido reproduciendo”, agrega don José Manuel, quien asegura que la comunidad está comprometida a no cazarlo. “Al contrario, nosotros lo protegemos”, dijo.

El cangrejo azul ha logrado reproducirse en en las hectáreas recuperadas por Davivienda, una especie protegida por los habitantes por su riesgo a desaparecer. /Alexander Montes

AMBAS ha recuperado 13 de 25 hectáreas que requieren intervención humana para regenerar el bosque arrasado por una tormenta en 1980. En los siguientes años, los habitantes construyeron un acceso hacia la costa, que dañó la composición hidrológica del lugar y se perdió el hogar para decenas de especies de animales.

Davivienda intervino ocho hectáreas que entregó oficialmente a la comunidad, terrenos que ahora tienen vida de especies marinas y reptiles, donde se sembraron 26,200 plántulas, además de generar 59,800 plántulas en vivero y 1,800 metros lineales habilitados.

Los trabajadores de AMBAS hacen canales en el bosque recuperado para que mantenga agua suficiente para el crecimiento de las nuevas plantas. /Alexander Montes

Detrás del trabajo técnico también estuvo la Fundación Empresarial para la Acción Social (Fundemas) y la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ), quienes generaron información sobre el estado del ecosistema, al tiempo que diseñaron un plan de manejo y activaron un sistema de monitoreo.

 

Un éxito que cruza fronteras

La póliza de Davivienda ha traído tanto a personas, como clientes corporativos, donde un colegio sentó un precedente al asegurar a sus profesores. “Nuestro propósito es claro: hacer del mundo una casa más próspera, incluyente y verde”, afirmó Rafael Puente, director de Davivienda Seguros.

Representantes de Davivienda, la cooperación alemana, Fundemas y AMBAS en la entrega oficial de ocho hectáreas reforestadas del bosque de mangle el 25 de julio de 2025. /Alexander Montes

El impacto ha sido tan positivo que Grupo Bolívar —matriz de Davivienda— decidió replicar el modelo en Honduras y Costa Rica, adaptándolo a las necesidades de cada territorio.

“Estamos diseñando productos financieros y coberturas de protección que no solo responden al presente, sino que anticipan el futuro”, agregó Puente.

Mientras que un bosque continental consume una tonelada de carbono, un manglar almacena tres veces más. Además, son barreras costeras que protegen a El Salvador de desastres naturales, como tormentas o subidas del mar.

El cocodrilo es el "rey" del manglar, animales que pasan la mayor parte del tiempo descansando para reservar energías. /Alexander Montes

Sin embargo, son ecosistemas incomprendidos porque usualmente se relacionan con zonas sucias y cordones de pobreza, donde la “propuesta de valor” es la construcción de proyectos urbanísticos para generar riqueza.

Los habitantes de Barra de Santiago dependen de la pesca artesanal o viajes en lancha para los turistas, uno de los corredores de mayor pobreza en El Salvador. /Alexander Montes

Según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), en el país hay 39,976 hectáreas de mangle. La institución ha declarado seis sitios Ramsar además de la Barra de Santiago, que incluyen a la laguna El Jocotal, la bahía de Jiquilisco, el embalse Cerrón Grande, la laguna de Olomega y Jaltepeque.

La Barra de Santiago se ha convertido en un destino para proyectos turísticos. /U. Alemán